¡Días de horrible laxitud! El cielo
transparente y azul me causa enojos,
cubre la tierra insoportable velo,
y el llanto anubla sin razón mis ojos.
Como un sepulcro el corazón de hielo
guarda de mi entusiasmo los despojos
y están en esas horas de bonanza,
mudo el deseo y muda la esperanza.
No acierto a comprender qué afinidades
hay entre el mar y el pensamiento humano,
entre esas dos augustas majestades
conmueven la razón y el oceáno:
sólo que ruje el mar cuando batalla
y el pensamiento en sus tormentas calla.
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